Mi rincón preferido de casa

Aquí es donde desconecto de todo. Cuando vivía bajo el techo de mis padres  me pasaba parte de la mitad del día en mi cama, era terminar de cenar y a la cama. Allí no tenía que soportar la dictadura del hogar, ni oír las malas palabras… Encendía la radio y me dejaba llevar por la imaginación con la música de los años 80, hasta caer rendida en un sueño profundo. Los años pasan pero las costumbres siguen. No estoy bajo la dictadura del general pero tengo más responsabilidades laborales, familiares y personales por las que a veces no todo se ve de color de rosa. Pero cuando la cosa está en su punto álgido, me voy a mi rincón preferido de casa. Con la claridad que entra y el tono rosado que se filtra por las cortinas, me meto en mi cama, me relajo y leo el libro que tenga en ese momento o simplemente me meto acurrucada y observo el cielo azul, esos inmensos pinos y la palmera como se dejan llevar por la brisa del viento. Ese vaivén es hipnotizador. No sé qué tiene esa ventana, pero son de esas imágenes que con mirarlas automáticamente quedas ensimismado en tus propios pensamientos hasta caer rendida en los brazos de Morfeo. Mientras duermo, no pienso, no hay discusiones, ni malos rollos, ni cansancio, ni tensión, ni preocupaciones, ni desdichas… solo hay paz, descanso. Pero también disfruto del silencio y entonces sueño despierta, con lo que me gustaría vivir…

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